Hay una China imaginaria que tiene un campeonato de fútbol
donde brillan las estrellas del pasado. Esta Liga de la China imaginaria se
compone de los mejores jugadores de todos los tiempos. Los espectadores de esta
Liga de la China imaginaria exigen que en cada partido jueguen los mitos que
causaron furor en Occidente y cuyos nombres llegaban rodeados de un aura épica
a través de los periódicos y las televisiones. Así, en un equipo cualquiera de
la China imaginaria, pueden estar jugando Romario, Éric Cantona, Cruyff o Totti.
A los chinos de la China imaginaria no les importa que los jugadores tengan
cuarenta, cincuenta o sesenta años. La Liga de la China imaginaria se juega en
una realidad paralela que absorbe fulguraciones anacrónicas. Según la lógica de
esa realidad paralela, Gabriel Batistuta, por ejemplo, ni siquiera tiene que
ser Gabriel Batistuta. De hecho, en realidad es Juan Randazzo, que tiene la
misma edad que Batistuta pero que jugó en un equipo de Tercera Regional en El
Chaco y que se parece bastante a él. La cuestión es que esto no solamente no se
hace a espaldas de Gabriel Batistuta, sino que Gabriel Batistuta cobra todos
los años un canon por tener un avatar con su nombre jugando en la Liga de la
China imaginaria. Lo más complicado de la Liga de la China imaginaria no es
esto, sin embargo, sino la locución radiofónica de los partidos.
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