Leo los cuentos de Virginia
Woolf ataca de nuevo (Anagrama, traducción de Alberto Cardín) de Copi y me invade una doble desazón y un gozo. No es
negocio, estoy tentado a concluir. Pero quién sabe.
La desazón parte de la presencia de los dibujantes y
caricaturistas Wolinski y Cabu como personajes del primer cuento del librito, “¿Cómo?
¡Zis! ¡Zas ¡Amor!”, en la época de Hara-Kiri.
¡Los balearon “antes de ayer” en París, en la redacción! El futuro ya llegó, y
tiene el rostro del pasado. Y el trance se remata con la certeza de que ya no
se escriben -¡al menos no se publican!- cuentos tan “locos”, con una
imaginación tan libre, desinhibida, una fantasía tan esponjosa. Incorrectos,
afilados, incisivos, divertidos.
El gozo, finalmente, es
el encuentro de estos textos que me producen desazón.
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