sábado, 9 de mayo de 2015

Prólogos disuasorios



Hace un tiempo me ocupé del libro de prólogos de Joseph Conrad que publicó La Uña Rota. Allí mencionaba algunas de las múltiples caras que puede adoptar un prólogo, pero me he topado por casualidad con un tipo de prólogo que no había contemplado. Se trata del “prólogo disuasorio”, aquel liminar que no funciona como puerta abierta al texto, sino que, por el contrario, actúa como muralla que impide el acceso, que disuade al lector de su deseo de entrar en el texto. Siguiendo la propuesta de Gérard Genette de que el paratexto es el borde del texto, el paratexto prólogo del que hablamos marca un perímetro, una frontera dispuesta para dificultar el acceso.

El ejemplo en cuestión se encuentra en los Discursos de Lisias (Colección Hispánica de autores griegos y latinos. Ediciones Alma Mater. Barcelona, 1954). Me acerqué al texto tentado por la oración fúnebre, que estimaba ejemplo fulgurante de la retórica clásica. Antes de sumergirme en el canto a los muertos, cometí el error de echar un ojo a la introducción:

Es indiscutible, en primer lugar, que el discurso, sea o no lisíaco, puede –no decimos que deba- ser considerado como un verdadero epitafio correspondiente a uno de los años a través de los cuales se prolongó la guerra corintia. Su esquema general, su tono patriótico, sus alusiones miticohistóricas, incluso la escasa calidad estética de esta larga serie de ramplones tópicos y manoseadas descripciones presentadas en el clásico estilo gorgiano lleno de figuras retóricas faltas de espontaneidad y de gracia, todo ello responde perfectamente a lo que sabemos de este género de oraciones.

Y fui expulsado a modo de trompada…

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